…Pues sí, ¡qué risa, qué risa me doy! Mi deseo habría sido ser un auténtico y puro «flâneur» y eso tiene una gracia infinita, sencillamente porque el término y su sentido lo encontré anteayer aunque es un invento del siglo XIX. Claro, así no me ha sido posible cumplir mi misión en el mundo; no he sido capaz en tantos años de descubrir cuál era mi destino perfecto. Me faltaba la palabra, quizá solo eso, porque ellas son tan poderosas que pueden cambiar el sentido de una vida. Creo que, en mi caso, ha existido una notoria falta de educación, o si se prefiere de cultura elemental (y de lucidez, o tal vez tan solo de inteligencia básica), que hace que solo atisbe mi naturaleza y sentido a la altura de mi perplejo sexagenario (La edad confirma que la vida iba en serio. Jaime Gil de Biedma). Así no hay modo. Ya es tarde y encima no puedo achacarlo a nadie para neutralizar el desasosiego y frustración que me provocan mis lagunas, mis vacíos, mis zonas erróneas. Solo alcanzo a entender que la ignorancia, siempre, es culpa de uno mismo y de nadie más…
20 ENERO 2015
© 2005 pepe fuentes