DIGRESIÓN UNA (1): El impostor, Javier Cercas (2013). Me gusta mucho Cercas como escritor. Españoles que también me encantan: Chirbes (quizá el que más), Muñoz Molina, Marsé, Vila Matas, Azúa, Menéndez Salmón; bueno, pararé porque si sigo haría una lista interminable y eso solo de los que siguen vivos. Hasta Javier Marías me gusta. El caso es que acabo de terminar El impostor, su última novela; o no y tal vez no sea una novela. No podría calificarla de ficción absolutamente. Recrea a un personaje: Enric Marco Batlle, y de paso también aprovecha Cercas para recrearse a sí mismo, en un bulto que le sale a la obra hacia el final. «Yo no quería escribir este libro» dice en el primer párrafo (pero lo hace y admirablemente, por cierto). Absorbente ya desde la primera línea, a lo largo de toda la «ficción-ensayística» (supongo que él no estaría de acuerdo con esta definición, pero él nunca verá este texto, por supuesto) subyacen varias reflexiones: dicotomías entre la verdad y la mentira; entre la historia y la ficción; entre la creación que busca una determinada verdad a través de ella o la simple y narcisista suplantación de lo histórico y tal vez de lo real; entre la ejemplaridad y la grosera vanidad. También y sobre todo, creo, sobre los límites éticos de la enajenación en aras de una mayor riqueza e intensidad vivencial. «Nadie o casi nadie duda de que las ficciones proponen una verdad: una verdad huidiza, profunda, ambigua, contradictoria, irónica y elusiva, una verdad no factual sino moral, no concreta sino universal, no histórica o periodística sino literaria o artística; pero muchos niegan que las ficciones sean mentira.» Javier Cercas. Nunca he pensado o sentido que las ficciones sean mentiras, sino honestas y necesarias aproximaciones a la verdad (o a la mentira). Imprescindibles como el aire, no podemos vivir sin ellas, nadie puede. A mí, como a Cercas, me repelen los mentirosos, no los puedo soportar, pero la clave está en los límites o más bien en las razones: hay una clara diferencia entre las primarias, vanidosas y aborrecibles mentiras kistch (Marco Batlle) y las que se elaboran por razones artísticas, creativas, las que indagan los otros perfiles del sentir, del percibir: «El arte es una mentira; una mentira que nos hace ver la verdad». Pablo Picasso. Es indudable, y eso queda claro a lo largo de la obra, que Enric Marco es un hombre inteligente (hay mentirosos tontos y cuando tropiezas con alguno se convierte en una insoportable tortura hasta que consigues expulsarlo de tu vida), porque como señala Cercas a propósito de la «técnica» e indudables habilidades de Marco: «Como sabe cualquier buen mentiroso, una mentira sólo triunfa si va amasada con verdades»…
1 FEBRERO 2015
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