17 MARZO 2015

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Feria de arte Arco. Madrid (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD DELTA 3200
Fecha de diario
2015-03-17
Referencia
7541

Y FUIMOS DE EXCURSIÓN, a madrid…
cargadito de manzanas, tralará,
cargadito de manzanas,
Tralarí, tralará»…
…Como decía ayer, lo que allí sucedía me desbordaba por lejano y desconocido así que no entraré en epistemologías y teorizaciones sobre arte actual porque estudios sesudos y bien orientados los hay a miles. Lo más importante es que nos lo estábamos pasando estupendamente cantando y bailoteando. Los objetos expuestos y que conseguía ver en ocasiones me sorprendían por su inauditas formas y desconocidas intenciones; por ejemplo, está enorme bola de no sé qué, que mi cámara me ha ofrecido con la apariencia de restos de embalaje apelotonados. En esta edición se ha hablado mucho del «vaso de agua medio lleno» que ni siquiera vi (no era nada fotográfico). Pues bien, creo que esta obra ilustra perfectamente los fundamentos del asunto: al parecer, según el galerista, si el vaso se rompía se reponía y punto; si bajaba el nivel de agua se rellena y punto. Lo que se adquiría por veinte mil euros no era el dichoso vaso, sino la idea y el certificado de artista. La ocurrencia, ¡¡¡vive Dios!!! En esa idea abunda el propio autor, quien declaraba que «Po­dría ven­der­le el «va­so» a un eu­ro a quien de­mues­tre que su con­cep­to es fa­lli­do». Claro, con el concepto vale todo…así se puede. Siempre me he preguntado qué se les pasa por la cabeza a los artistas, porque inteligentes seguro que son, y la prueba son las cosas que dicen, por ejemplo el del «vaso», Wilfredo Prieto: «El mercado es una cosa totalmente diferente al arte. De hecho, a veces sus caminos son opuestos. Una obra puede valer muchísimo y ser una mierda, o al revés. Es determinación de un galerista. Y ellos también se equivocan. O la prensa, al establecer con la pieza relaciones confusas…». Una más, que contaba algún galerista, me parece recordar: una obra que incorporaba una sandía (o un trozo) que tenía que adquirir el comprador de la obra, por supuesto, pero que podría reponer todos los veranos (temporada de sandias) y cuyo valor, igualmente, radicaba en la idea certificada y firmada por el Wilfredo que tocara. Bueno, eso es cojonudo, porque de pronto el artista ha devenido en Dios, o en prodigioso alquimista: señala cualquier objeto, a ser posible corriente, y lo convierte en Arte (y en oro puro) porque él lo proclama y lo firma en un papel. Todo esto es, además de originalísimo y divertido, la más excelsa prueba de una supuesta espiritualidad del arte porque está más allá de la obscena y aburridísima materia, e incluso de la actualísima virtualidad, más allá de todo porque no es nada, es solo inspiración, intangibilidad y concepto… y, por encima de todo, el «Avida Dollars» de Bretón: dinero, dinero, dinero…
«Tralarí, tralará»…    

Pepe Fuentes ·