…Yo también llevaba capucha, pero solo era porque sentía frío en la cabeza. Quizá esa fue la causa de que el gilipollas de turno (siempre me pasa cuando llevo mi vieja cámara grande entre mucha gente) me parara y comenzara a hacerme preguntas idiotas: ¿todavía hay rollos de película? ¿revelas tú? ¿esa cámara es de seis por siete, no? y tonterías semejantes. El que me tocó esa mañana, de mi edad más o menos, me dijo que había hecho fotografía analógica hasta hacía poco (ahora llevaba equipo digital de cámara y zoom, muy aparatoso). Fui simpático durante medio minuto más o menos, porque esbocé una forzada sonrisa, y eso le dio pie al «tonto los huevos», a informarme de las cámaras que había tenido, los objetivos, sus métodos de revelado, su ampliadora y así durante unos minutos más, como si supusiera que podía interesarme su estúpido «rollo». Me mantuve callado y fastidiado hasta que le di la espalda abruptamente y me largué cuando no pude soportar más tanta imbecilidad. No había hecho ciento ochenta kilómetros de noche para perder el tiempo con sandeces. Le podía haber preguntado si con sus muchas cámaras (entre ellas una Hasselblad, según dijo) había descubierto o sabido algo que antes no sabía. Pero no lo hice porque no hay nada peor que hacer notar a un tonto que te parece inteligente o enterado, y sé lo que me digo porque a mí me pasa lo mismo. Si alguien me pregunta o denota que se siente interesado por lo que supuestamente sé, puedo llegar a manifestarme como el tío más tonto del mundo. Debilidades. Por qué suponen algunos seres «comunicativos» y «positivos» que su apestoso rollo puede interesar a un tipo silencioso y desconocido que solo busca la Nada como yo, aferrado a una vieja cámara grande? NO tengo ni maldita idea…
13 ABRIL 2015
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