…Cuando me desespero, como esa mañana en Cuenca, pienso que la solución está en inventar esperando encontrarme con el descubrimiento, pero casi siempre me tropiezo con la ocurrencia irrelevante. Y más cuando busco entre mucha gente que no hace nada más allá que seguir la costumbre. La antropología cultural me da igual, porque ahí no hay nada más que pintoresquismo, por mucho que lo escenifiquen personas en estado de trance y se empeñen en fotografiarlo gentes que se emplean en persuadir al mundo de lo artistas que son. Por mi parte, en vez de ir a un lejano país de cualquier continente y fotografiar a una remota tribu de caníbales (cuanto más caníbales, más artista se llega a ser) me limito a ir a Cuenca de vez en cuando a fotografiar tocadores de tambor y ocultos pecadores avergonzados que cargan con culpas y pesadas imágenes. Así no hay manera de descubrir o inventar nada. Objetivamente, ni los penitentes, ni los tocadores de tambor, ni yo, hemos cambiado: ellos siguen haciendo lo mismo y yo también. A lo suyo lo llaman tradición; a lo mío lo llamo estulticia…
16 ABRIL 2015
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