Charlie por la mañana llora. Por la tarde también. Intento escribir y él se sienta mirándome y llora y llora. Quizá sepa que lo que intento es inútil. Me siento deprimido, aunque no tengo claro que sea así. Quizá el remedio para él es que no escriba y le acune. Para mí no está en abrazarle y tampoco en escribir. No tengo soluciones. Charlie tampoco tiene la respuesta, ni para él ni para mí. Él al menos llora porque sueña con un mundo perfecto donde su dueño le atienda y le proteja. Pero no, yo no poseo una solución para Charlie. Él acaba de empezar a vivir y yo estoy terminando. No sé si podremos cruzarnos en algún espacio inverosímil y en vez de llorar reírnos juntos. No sé. Estoy a punto de dejarlo todo (fotografiar y escribir), hasta leer. Entonces el que llorará seré yo, pero Charlie no podrá ayudarme. Se dedicará a explorar lo que tiene alrededor sin darse cuenta del drama que sucede al lado mismo de su curiosidad.
2 JUNIO 2015
© 2015 pepe fuentes