…Fui solo, en tren. Naty se quedó cuidando de Charlie con una terrible afección alérgica por la vacuna contra la rabia que le habían puesto. Cuando llegué a la zona, a las cinco y media de la tarde, el sol cayó sobre mi cabeza como agujas candentes. Dolía. Todo el mundo, y eran muchos, se había refugiado bajo el entoldamiento penumbroso de los árboles del Paseo del Prado. Yo hice lo mismo. Pero claro, las sombras eran profundas y bordeaban la imposibilidad fotográfica. No me sentía con ganas de nada, y tampoco de fotografiar. El ambiente festivo me tocaba las narices; hasta los gays, hacia los que siento una cierta simpatía cuando ejercen como tales, me resultaban cargantes, molestos con su indesmayable y compulsiva necesidad de fiesta y de reír y reír, como si el asunto tuviera alguna gracia. Aunque claro, mejor beber, bailar y follar que quedarse quietos ante la puñetera mierda que se despliega delante de nuestras narices. Sí, mejor el buen rollito del amor que la cósmica tristeza del aburrimiento y el malestar. Me parece…
19 AGOSTO 2015
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