BERLÍN (del cuatro al nueve de agosto de dos mil quince). Foto 16
En Alexanderplatz los comunistas construyeron a partir de sus conceptos ideológicos y les salió una arquitectura horrorosa y opresiva. Los edificios comunistas me desasosiegan hasta la náusea por planos, sórdidos, asfixiantes y enfermizos. Impregnados de mala baba burocrática e insoportablemente aburridos. Los que vi en la plaza y en la avenida Karl Marx me causaron esa conocida desazón. Los miré con insistencia mórbida por resultarme imaginable la irrespirable vida cotidiana de las gentes que los habitaron. Quizá lo que más me asusta es que a fin de cuentas son obras humanas y por lo tanto entendibles. Si yo fuera comunista o por efecto reflejo fascista, también podría ocurrírseme construir exactamente el mismo tipo de edificios. Son plenamente lógicos y coherentes con ese tipo de ideologías fatalmente alienantes. Al fin y al cabo lo que hacemos, me temo, puede ser perfectamente coyuntural y azaroso. No sé, todo es tan próximo e intercambiable que da vértigo. A esas gentes las manipularon y asustaron mucho. Todos debían ser iguales y todos tenían que ser vigilados para que lo fueran. Espantoso. La condición humana es capaz de todo y no siempre puede elegir. Hace falta mucha inteligencia, mucho valor y mucha suerte para conseguir salirse de la fuerte corriente en la que los hados te hayan colocado. Menos mal que a mí me han me han situado en un mundo donde es posible un gran margen de libertad individual. Sin ella la vida se me antoja como insoportable e invivible. «Durante muchos años, hasta el final del régimen comunista, en Rumania la gente se preguntaba si habría vida antes de la muerte». Antonio Lobo Antunes
16 SEPTIEMBRE 2015
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