21 OCTUBRE 2015

Vuelvo, porque siempre vuelvo, sobre el asunto crucial del hecho de realizar fotografías; a saber ¿qué es lo qué tengo que fotografiar? o más bien, ¿qué «realidades» me interesan o convienen a mis viejas y anhelantes cámaras? (seguro que en otros momentos de estos doce años de diario lo debo haber dicho muchas veces, pero se me han olvidado todas. Luego, lo volveré a escribir, a ver si así me lo aprendo de una puñetera vez) –Pues nada y todo. Sí, todo aquello que supuestamente emita señales o, al menos, que yo las reciba en algún punto de mi cuerpo (espíritu no sé si tengo). Da igual la importancia mundial que pueda tener el motivo (como Salgado con lo de Génesis). Puede ser un majestuosa catedral o la puñetera mierda flotando en el rio de mi vida. Una persona o una hormiga o un rinoceronte. Personas queridas, o anónimas, o frikis, o leones cautivos, o Charlie Brown (que es como un león pequeñito, pero valiente)…