Cosas de un martes cualquiera I. Lo primero, a las seis de la mañana, mi ascético desayuno: un vaso de leche con dos galletas con mermelada y un café. Me pregunto por qué no me permito un festín: huevos fritos con jamón y tostadas con aceite y café y zumo y hasta algo de fruta; seguro que el día resultaría algo más vibrante y luminoso. Supongo. Después, saco a Charlie Brown a dar una vuelta rápida para que alivie sus esfínteres. A continuación subimos al estudio (no sé porque lo llamo así, tan pretenciosamente, porque yo no he estudiado nunca nada; supongo que porque de algún modo tenía que llamarlo). Charlie restriega su cabeza y su cuerpo contra mí mientras escribo. Tiene una técnica: mete la cabeza debajo de mi brazo derecho y lo levanta para impedirme que utilice el teclado o el ratón. Pero, a pesar de nuestra afectuosa pelea, Charlie es una presencia tierna y tibia que me reconforta. Desde las seis de la mañana que me he levantado todo lo que he oído y leído sobre lo que al parecer sucede en el mundo me resulta sospechoso e insoportable. Negro tirando a fúnebre. La radio que despierta a Naty comienza a escupir tonterías sobre el tostón de los independentistas catalanes, o como quieran llamarse esas presuntuosas, manipuladoras e ignorantes gentes (que incompetentes, por dios; no consiguen lo que tanto desean, y sí aburrirnos a todos hasta el vómito). O sobre yihadistas, ese hatajo de asesinos que matan al buen tuntún en nombre de un Dios que jamás ha existido. Es imposible mayor perturbación y deficiencia mental. Echo un vistazo a las cosas del ordenador: la carpeta siempre vacía de entrada de correo y portadas de prensa (ahí aparecen otra vez los mismos de antes) y alguna que otra nadería. Y escribo, como por ejemplo esta entrada de diario. Charlie Brown, se dedica a incordiarme pidiendo atención y salir otra vez a la calle, que es lo que más le gusta. Me empuja con el hocico, o me da golpecitos con una pata, o gira en torno a mí como indio en pie de guerra…
8 DICIEMBRE 2015
© 2011 pepe fuentes