Cosas de un martes cualquiera II. Cuando ya no puedo soportar más la presión de Charlie Brown, nos vamos a la calle, él feliz, yo disciplinado. Unas veces nos acercamos al campo en coche y otras andando. Este martes el coche está averiado, luego toca ir andando. Me llevo la vieja cámara pequeña para ver si consigo recuperar el deseo de fotografiar (llevo tres meses sin hacerlo y ya me duele un poco la abstinencia). Elijo el camino que bordea la orilla del río de mi vida. A Charlie Brown, hoy, le da por acercarse a los paseantes con los que nos encontramos, pero, cuando éstos se sienten aludidos por su atención y se disponen a hacerle un gesto de saludo, Charlie Brown les hace un quiebro y se larga. Siempre hace eso. No le gusta que desconocidos le toquen. No es un perrito antipático, solo distante, como su dueño. Si el extraño insiste corre el riesgo de llevarse una dentellada; en eso me diferencio de él, yo me reprimo y todavía no me ha dado por morder. Seguimos caminando y de vez en cuando me paro y fotografío, a nada en especial: al río, a una vaca, a Charlie Brown, a un reloj en un charco, al cartel de un viejo y abandonado negocio de grúas, y algunas otras cosas sin importancia. Lo normal, lo que fotografiaría cualquiera que llevase una cámara como la mía, un martes por la mañana y que piense que la fotografía todavía es posible…
9 DICIEMBRE 2015
© 2015 pepe fuentes