19 DICIEMBRE 2015

LAS ENFERMEDADES DE CHARLIE BROWN IV. El cuatro de diciembre, a las nueve de la mañana, Charlie Brown y yo salimos camino del hospital veterinario recomendado. Teníamos cita a las diez y media, luego disponíamos de tiempo más que suficiente. Eso pensé (Charlie supongo que también). A las diez y cuarto parábamos en una calle llamada como la indicada en la dirección (Galileo) y no, allí no había ningún hospital veterinario. En ese preciso instante el GPS dejó de funcionar. Había muerto, sin solución. En el móvil no tenía incorporados mapas. En fin, un panorama inquietante porque conozco mis desastrosas actuaciones en estos casos. Soy capaz de lo peor, y siempre lo consigo. Me puede el nerviosismo, la ansiedad y la impaciencia. A las once menos veinte llamé al hospital para informarles de que me encontraba en uno de mis frecuentes estados de desorden mental, lo que suponía que no era nada seguro que diera con ellos. Me contestaron que vale, que se hacían cargo y que allí estarían hasta las dos, pero no más tarde. -Ningún problema -pensé- mal se tendrá que dar para que en tres horas no consiga localizar la dichosa clínica-. Claro, unos instantes después, caí en la cuenta de que cuando formulo ese pensamiento positivo, siempre, absolutamente siempre, las cosas no me salen, todo lo contrario…