DIGRESIÓN CUATRO (preámbulo). Gett: El divorcio de Viviane Amsalem,(2014). Guión y Dirección: Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz. Intérpretes: Ronit Elkabetz, Simon Abkarian, Menashe Noy, Sasson Gabai.
En el estado judío no existe el matrimonio civil, solo religioso. Un anormal e injusto estado de cosas porque beneficia abusivamente al hombre: solo él es el que puede conceder el divorcio, es potestad suya y solo suya. La solución al conflicto depende de tribunales rabínicos, formado por hombres, naturalmente ¡increíble situación! Leyes que parecen concebidas por deficientes mentales o morales, pero eso sí, con claras y ventajistas condiciones de dominio y explotación (hombres sobre mujeres). No sé dónde está el origen de este enfermizo y culpable comportamiento masculino, aunque lo sospecho. Siempre hay un origen en todo, aunque este no sea puro, sino consecuencia de una sedimentación y mezcla de culturas y tiempo, pero que cuando cristaliza adquiere identidad y solidez propia. Y es aquí donde aparece el judaísmo, que dio a sus intereses rango de ley inconmovible, por indicación de Dios, según dijeron. Detrás vinieron otras creencias, como el cristianismo y el islamismo, todas monoteístas (las del libro) y que nacieron como sectas disidentes que solo se diferenciaron en matices, en detalles, pero que respetaron lo esencial: Dios único y justiciero, leyes orgánicas para modular la obediencia y la sumisión a rabinos, sacerdotes e imanes, profundo sentido de culpa y promesa de salvación eterna. No hay mucho más. Todo mentira, pero eso sí, sustentaron sus credos en eficaces relatos mitológicos. Una vez más el arte como modulador de la vida, y en este caso el literario. Todas estas absurdas e interesadas doctrinas tienen otro lamentable denominador común: sojuzgan violentamente a la mujer. En otras civilizaciones como la egipcia, griega o romana, antes de ser conquistados por ellos, por los judíos y sus secuaces (cristianos primero y musulmanes después) la mujer ocupaba un sitio infinitamente más importante, aunque no en pie de igualdad completa, pero tenía un sitio reconocido y respetado; por ejemplo la religión romana nunca se opuso al divorcio. Dos mil años después, la religión judía solo lo admite en condiciones recogidas en las leyes ancestrales del Talmud y tutelado por tribunales rabínicos compuestos por hombres, naturalmente. Por proyección, en todo el área de influencia de religiones monoteístas, miles de millones de mujeres a lo largo de milenios llevan soportando una permanente e infinita infamia por las dichosas leyes. Los musulmanes, que leyeron el mismo libro, desde siempre y hasta ahora, lapidan a las mujeres por supuestos «delitos» de adulterio. Pero ellos, los hombres, no se lapidan jamás por esas menudencias. Los cristianos, que también proceden de la misma célula madre, desde siempre y hasta ahora mismo, las marginan, maltratan y hasta las matan. Todo procede y se alimenta infinitamente del mismo sustrato moral. Los animales no habrían llegado tan lejos en esa irracional e injusta crueldad…
24 DICIEMBRE 2015
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