«Es mi carne lo que en mi alma grita/Horror a la muerte, carnalmente lo grita,/Lo grita sin consciencia y sin propósito,/Lo grita sin otro miedo que el del miedo». Fernando Pessoa. Traigo a colación este poema porque mi carne y mi alma comparten el mismo miedo cerval a la muerte. En su caso, el final, la dichosa muerte se precipitó en unos pocos días. Fulgurante y quizá respetuosa con su pánico. Como un relámpago. Para mí quisiera algo parecido. A pesar de que su obra destile fatalismo y melancolía, era un tipo vital, un dandy, pulcro y elegante. Un hedonista y fumador empedernido. Me gusta mucho Pessoa: las cosas que escribía y su vida y su ciudad y su forma de vestir y las cosas que hacía «Sería bueno y feliz si yo fuese sólo mi cuerpo». Fernando Pessoa. También su increíble y prolífico invento de los heterónimos, porque a pesar de que los más conocidos sean cuatro, creó en torno a ciento cincuenta. Asombroso. A mí me gustaría hacer algo parecido, y no porque pretenda ser su epígono fotográfico, sino porque representar mediante personalidades interpuestas la diversidad de percepciones y modos de estar en el mundo, puede ser perfectamente consustancial al hecho de vivir y crear. Mis juegos con máscaras son solo un torpe remedo de eso mismo, de los heterónimos pessoanos. Pero no he llegado a ellas pensando en su obra; no, he llegado porque sí, porque no hay ni tengo otro remedio («Nadie es una única cosa. Somos una colección de actitudes, prejuicios, planes, deseos… y pretendemos aceptar que somos una unidad». John Banville). El problema es que ahora no me creo casi nada, y mucho menos una ordenada y coherente acción «creativa», sencillamente porque eso requiere un despliegue brutal de energía, un trabajo duro al que ya no llego. No, no tengo ganas. Pero potencialmente podría hacerlo. Creo. Quizá el mundo, con su indiferencia, se ha perdido un gran artista fotógrafo. O no.
3 FEBRERO 2016
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