LAS FLORES DE LOS «CHINOS». Mi curiosa historia con las flores artificiales, de plástico: en dos mil doce comencé a utilizarlas, y no sé por qué. Luego, de vez en cuando he vuelto a hacerlo. Tampoco sé por qué. Deben ser gloriosas intuiciones. Hace tan solo un par de meses me tropecé con un poema de Kavafis, (me gusta mucho Kavafis). Y me dije, mira tú por dónde; puedo unir mi intuitivo gusto por las flores artificiales con un poema espléndido. Eso hice. Me fui a los «chinos» a comprar flores (las anteriores las he ido perdiendo) y compré bastantes que me costaron una fortuna. Son estas, las de la foto de hoy. Por qué, pues no sé, quizá porque hace años que me gustan y porque Kavafis creó un magnífico poema. Una vez hecha la fotografía, la de hoy, las plantaré en mi pequeño jardín de patio. A ver si crecen; aunque sabiendo lo que ya sé sobre mí mismo, seguro que se secan. Así voy escribiendo la historia de mi historia imposible. Y tonta. Absolutamente prescindible para el mundo, pero insustituible para mí. No, no podría vivir otra, es la mía, la mejor vida posible donde floto desde el absurdo hacia la nada. Mi vida también es de plástico, artificial pero incorrupta, como en el poema de Kavafis, que aspira a la contemplación, al ritmo y la sabiduría. Amo mi vida, aunque yo apenas me quiera.
«No amo los verdaderos narcisos-ni las lilas,
ni las rosas verdaderas.
Ellas adornan gastados, vulgares jardines.
Su carne me disgusta, me cansa y entristece.
Estoy cansado de su perecedera belleza.
Amo las flores artificiales-gloria del cristal y del metal-
de sus indeseables, incorruptas, fatales formas.
Flores de soberbios jardines de otros mundos
donde reside la Contemplación, el Ritmo y la Sabiduría…»
Konstantinos Kavafis
16 MARZO 2016
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