UNO DE ABRIL (el pueblo de mi madre). Mi madre nació en Noez, y mi padre en Burujón, ambos, pueblos minúsculos de la provincia de Toledo. Equidistantes de la capital, a no más de treinta kilómetros. El de mi madre al sur y el de mi padre al oeste. Mi padre y mi madre se conocieron en una finca, Zurraquín, a mitad de camino de ambos pueblos, donde se afanaban en trabajos de servicio, de hambre casi. De ese encuentro nací yo, consecuencia absolutamente prescindible. Si no hubiera sucedido, el mundo no lo habría echado en falta. Yo tampoco (al no haber nacido). El caso es que el pueblo que aparece en la fotografía de hoy es el de mi madre. Cuando nació, el último año de la década de los veinte, el pueblo era más pequeño (no tenía las pequeñas y horrorosas urbanizaciones de adosados de ahora) pero tenía un palacio que se puede ver en la fotografía, junto a unos árboles, a la derecha de la imagen. No sé de quién era el palacio y tampoco su historia, nunca se lo pregunté. En los campos que se ven alrededor del pueblo eran donde mi abuelo combatía al hambre y también mi madre, que ayudaba trabajando en el campo en temporada de cosechas (aceituna y cereales). El resto del año cosía y ayudaba en la casa. Ahí, en estos desnudos campos, están mis orígenes. Por eso, cuando subo a la sierra que le ha crecido al pueblo al lado, o quizá fue al revés, lo hago caminando despacio, unas veces fotografío, como hoy, y otras no, y vuelvo a bajar, también despacio. Cuando lo hago me siento en paz. Pienso que todo ha salido razonablemente bien, que todo podría haber sido mucho peor, y eso me tranquiliza.
1 MAYO 2016
© 2016 pepe fuentes