SEIS DE ABRIL (la línea del frente sur de Madrid). Nos alejamos de la casa en dirección a unos cerros cercanos: secos, ásperos, grises, inclementes, pero de una belleza precisa, esencial, concreta, palpable. Aún pueden verse en las cimas trincheras prácticamente cubiertas de tierra. Ahora recuerdo que hace muchos años, a mi amigo Carlos Villasante le invitaron a participar en una exposición colectiva de varios fotógrafos de la época (los que fueron llamados -la nueva fotografía española- en los años setenta y ochenta del siglo pasado; ya todos olvidados, o casi) sobre la guerra civil en Madrid. Carlos nos convocó a unos amigos y pasamos un fin de semana localizando y fotografiando en estos parajes. El sábado por la tarde montamos una teatralización frente a un bunker: un mistérico guerrero medieval con espada (tipo templario), el fantasma de la muerte acechando y un niño como presencia y testimonio inquietante de la inocencia (era algo así). Nos quedó muy bien. El domingo por la mañana continuamos con las representaciones alegóricas. Subidos a este cerro, fotografiamos una mano sosteniendo una fotografía de un miliciano, mensajero en moto por una carretera muy parecida a la que discurría bajo el cerro donde nos habíamos encaramado. Aquella fotografía tenía banda sonora, que no era otra que una canción de la época de la república que aludía a un viaje a Madrid, de cuya letra ya no me acuerdo. Todas las fotografías de Carlos para aquella exposición, siempre tan ocurrente y creativo, quedaron estupendamente. Quién se acuerda ya de esas cosas? Supongo que ni siquiera mi amigo, que era el autor…
4 MAYO 2016
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