22 MAYO 2016

© 2016 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2016
Localizacion
Toledo (España)
Fecha de diario
2016-05-22
Referencia
3365

VEINTIDÓS DE ABRIL (Loches I). A las diez de la mañana encaminamos nuestras sentimentales intenciones hacia Loches, una finca rural distante de la ciudad, a unos ocho o diez kilómetros. En ella vivieron mis abuelos paternos hasta que tuve doce años, luego fue también mi casa durante todos esos años. Mis abuelos y mi tía (Tita) vivieron en la casa de los guardeses (la pequeña de la izquierda) en la finca de los marqueses de Santa Cruz y otros muchos títulos nobiliarios, durante veinte años al menos. Cuidaban de la casa y del jardín y atendían a los marqueses y su familia cuando se acercaban a pasar algún fin de semana. Es una bonita finca con abundante vegetación propia de la zona: encinas, enebros, olivos, retamas, y pequeñas y diversas plantas, como tomillo, lavanda, esparto, esparragueras silvestres y otras muchas. Sabía que la finca está habitada, según me habían dicho, por un matrimonio rumano que realiza el mismo trabajo que hicieron mis abuelos. Pretendía darme una vuelta por las inmediaciones de las casas y enfrentar mis recuerdos con el estado de cosas actual. Nada más desviarme de la carretera y coger el camino que lleva hasta las casas, aparqué a un lado y avancé andando hasta dos hombres que cavaban en un campo de olivos. Uno de ellos salió al centro del camino, con la clara intención de cortarme el paso. Le saludé y expliqué mi pretensión, que acogió con frialdad y desconfianza, nada sensible a mis razones sentimentales. Se excusó diciendo que llevaba a Charlie y ellos tenían bastantes perros en la casa y no quería problemas. Le aclaré que mi perrito no era nada agresivo ni con perros ni personas. No dijo nada, frío, bastante frío el tipo. Le dije: -no hay problema, solo pretendía recordar mis tiempos de niñez-. No obstante, continuamos charlando un rato más. Me habló del actual propietario, de los años que tenía (sesenta y siete) y que vivía en Madrid. Era Marqués, como sus padres (es lo que tienen los títulos nobiliarios, que se heredan y mantienen hasta el infinito), e iba con frecuencia a la finca. Apenas si conseguía entender lo que me decía el torvo rumano. Pensé que si seguía charlando amigablemente con él, finalmente me dejaría pasar. Eso hizo. Me dijo: -bueno, pase usted, y de una vuelta-. Le di las gracias y volví a decirle que con Charlie no habría problemas, que no haría nada que pudiera molestar a sus perros, a lo que contestó que no pasaba nada, que al fin y al cabo sería cosa de animales. Sensato el hombre. Me despedí de él y continué andando camino adelante hacia las casas…    

Pepe Fuentes ·