NATY (la mujer de mi vida, cumple años hoy). Seguimos juntos, o más bien ella sigue conmigo. Inexplicablemente. Sí, porque siempre me estoy quejando de todo, además de ser un tipo soso, negativo y aburridísimo, por pesado (ella me lo dice, a veces). Eso que se podría definir sin riesgo de equivocación como un tío coñazo. Sin embargo, Naty es todo lo contrario: una mujer rebosante de encantos. Además de cariñosa, amante, generosa, entregada al hecho de vivir con ganas. Inquieta, siempre activa e interesada por todas aquellas cosas que nos gustan, a los dos. Somos una unidad con dos caras, la suya, bella, positiva y sonriente; y la mía, todo lo contrario. Un día cualquiera, en cualquier escenario donde nos asomemos, ella, resplandece; y al lado un bulto gris sospechoso y anodino. Y viejo. Ese soy yo. Hay algunas personas que no se «cortan» de expresarlo tal cual (tu mujer es esplendida, tú no, eso dicen con naturalidad y sin cortarse). No me importa, todo lo contrario, me enorgullezco de que ella brille, porque la quiero. Claro, cómo no. Así es nuestra vida ahora y así vamos cumpliendo años, el uno junto al otro y en nuestra vida común, que ya ha rebasado los veintiséis años. Sí, estoy hablando de nuestra relación aunque sea su cumpleaños, porque es importante para ambos. Es donde cobijamos y cuidamos de nuestra vida. Sí, la vida en pareja es transcendente e infinitamente más que funcione; y la nuestra lo hace de verdad, me parece. Es mentira que algo funcione sin esforzarse y mucho menos una pareja. Nuestro orgullo y satisfacción, lo que nos hace avanzar como un equipo indestructible: la entrega, la generosidad, la lealtad y ayudarnos mutuamente. Ah, y más importante aún, si cabe, procurar divertirnos juntos todo lo que podemos, quitando de en medio todas las convenciones y estereotipos que somos capaces; sin hacernos daño, claro. Hasta donde podemos llegar, llegamos. Y sí, siempre se puede llegar un poco más allá. Si no fuera así, agonizaríamos a fuer de estar quietos, estáticos y profundamente aburridos. Y todo se iría a la mierda. No hay vida de pareja que merezca la pena ser vivida sin compartirlo todo. Es fácil y difícil al mismo tiempo, y, si funciona, a muerte con ella; si no, a correr, sin mirar atrás. Vivir o morir, no hay término medio, otra cosa no merece la pena. Estéril medianía. La vida es demasiado corta e importante como para empeñarla en convencionalismos o jugártela a la mediocridad y el aburrimiento. Que nada se muera por dejadez e indolencia. Lo estamos consiguiendo y ahí seguiremos mientras la risa y el placer de compartirlo todo nos siga alentando. Ah, y el color de hoy es el amarillo. Felicidades, amor mío, quiero estar contigo siempre.
4 JUNIO 2016
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