…Fotografías todavía me quedan muchas del viaje, por lo menos más de cien, pero argumentos pocos, así que no sé cómo terminaré el mes (tengo intención de llegar hasta el treinta con este cuentecito). No sé, no sé. Bueno, no debo preocuparme ni tirarme al vacío porque siempre termina ocurriéndoseme algo. Anoche vi una película de colgados (como yo), un poco cargantes con eso de la confidencia sincera, con lo del despojamiento (como yo). Se titula Droga oral (por lo de que las toman por la boca y porque hablaban de ello, supongo). Está concebida y realizada por una mujer bienintencionada llamada Chus Gutiérrez, que a mí siempre me ha desagradado, tanto ella como la bazofia de cine que realiza. De tan moderna resulta antiquísima ya. De la colección de drogadictos que aparecen (por lo menos cuarenta) todos tan «majos» como la directora, salvo dos o tres, no me interesó ninguno. Qué sosos, por Dios. Y el que menos me gustó fue precisamente el que más me interesaba a priori y del que esperaba interesantísimas aportaciones; a pesar de que intervino mucho no conseguí enterarme de nada de lo que dijo. Su discurso era desordenado, confuso, balbuciente e insustancial. Sin textura ni emoción. Casi todos ellos eran potencialmente interesantes porque habían elegido modos de vivir diferentes; resultó que no, que salvo Paco Nieva y algún otro, exhibieron un discurso plomizo, plano, predecible. La «moderna» de la directora les dejó que pastorearan sus recuerdos a su aire y claro, el resultado fue un puñetero lio deslavazado. Ah, y del que más esperaba antes de que comenzara la sesión de terapia de grupo y menos me gustó, no es otro que el insigne fotógrafo García Alix. Espléndido artista aquejado de glosolalia. Qué le vamos a hacer, nadie es perfecto…
20 SEPTIEMBRE 2016
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