9 OCTUBRE 2016

© 2014 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2014
Localizacion
Hiendelaencina, (España)
Fecha de diario
2016-10-09
Referencia
7006

LA ENFERMEDAD, A VECES, GOLPEA CON DUREZA, SIN COMPASIÓN. Un sábado de septiembre, diez de la noche: un pequeño restaurante en Madrid. Habíamos concertado una cena a la que asistiríamos, además de nosotros, otras dos parejas amigas. A nuestro amigo A. le habían diagnosticado una infección en un testículo con la que llevaba más de un mes de tratamiento, con fiebre alta a veces e ingreso en un hospital en un momento de empeoramiento súbito del proceso. Mi amigo A. es un hombre sumamente ocurrente y divertido, aunque también hipocondriaco, y habla mucho de su Gran Huevo, que ha alcanzado un tamaño desmesurado, de leyenda. Su mujer, M., está bien. Luego, la otra pareja amiga en la que J., el marido, también está bien, aunque a veces da muestras de incontinencia verbal, pero soportable. Finamente C., su mujer, que está Mal, muy Mal. Hace varios meses comenzó con unos síntomas aparentemente sin importancia, pero inquietantes. Primero los médicos hablaron de la peligrosa posibilidad de tumoraciones (los indicadores de ese riesgo eran altos), luego no, nada de eso. Después, aparecieron algunos trastornos en el sistema nervioso que se concretaban en una cierta glosolalia que relacionaban con posible afección epiléptica. Después de meses, muchos médicos, infinidad de pruebas, psicólogos (por dificultades expresivas) dijeron que no, que no encontraban nada. Pero C. estaba cada vez peor, ya apenas conseguía articular palabra. Finamente, hace nada, encontraron el terrible mal, el peor posible: C. tiene ELA, una enfermedad que supone una condena irreversible a muerte en un plazo no mucho mayor de cinco años. No solo eso, la muerte cierta, sino cómo llegará al final: la esclerosis provocará un deterioro progresivo que le dejará el cuerpo vencido, sin capacidad de movimiento y apenas funciones posibles, como caminar, comer e incluso respirar. Y lo peor, mientras el cuerpo se descompone, la inteligencia se mantiene intacta. Esa torturante característica hará que C. sea en todo momento plenamente consciente de su progresiva deformación y de cómo muere día a día, y así durante meses, quizá bastantes, demasiados. Esa insoportable enfermedad es la que aguantará C. y J. su marido. También su familia. Los amigos estaremos más alejados. Siempre ha sido, desde que la conocemos, bastantes años ya, una mujer vital, ávida de vivir y pasarlo bien, cariñosa, amigable, cercana. Solo hacía unos pocos días que C. había recibido el demoledor y mortal diagnóstico cuando nos reunimos a cenar. C. estuvo sentada entre Naty y yo. No hablaba, no podía; solo sonreía y sonreía, y así durante las más de dos horas que permanecimos en el restaurante. Soy incapaz de describir mis sensaciones durante todo ese tiempo. Solo sé que sufrí. Fue una cena desoladora, tristísima. Cuando C. elegía algo, el postre por ejemplo, me lo señalaba en la carta y sonreía, solo sonreía.

Pepe Fuentes ·