EL CUENTECITO DEL OCHO DE SEPTIEMBRE I. Tanto la fotografía de ayer como las siguientes están realizadas el mismo día ocho de septiembre a lo largo de unas horas. Y el cuentecito va de lo que pasó en ese tiempo, que es por lo que me ha dado desde siempre y sobre todo últimamente. Bien, mi campo de operaciones frikis era un edificio cerrado en estado de deterioro y abandono, en el centro de la ciudad. No contaré como conseguí que me abrieran la puerta, porque fue circunstancialmente fácil y porque carece de importancia. Simplemente sucedió porque me empeñé en que ocurriera. Entré en el edificio a la una. No tenía planes de toma elaborados. Como siempre, confiaba en la suerte, el azar y mi «inspiración». Metí dentro la descomunal impedimenta y al Chuchi. Cerraron la puerta y allí nos quedamos, solitos y con unas horas por delante. Situación perfecta para mis afanes. Charlie enseguida se hizo cargo de la situación y persiguió alocadamente a algunas palomas que había en el interior. Corrí detrás para intentar salvarlas de su saña cazadora. A dos las encerré en una habitación y las otras dos conseguí que escaparan por una ventana. Bien, había que empezar, pero, así, de pronto, no sabía cómo. Como escenario solo contaba con una escalera de dos brazos y barandilla de hierro que confluían en un punto central y dos o tres habitaciones en el primer piso. Todo cubierto por un centímetro de polvo de color parduzco. La túrbida atmósfera que se respiraba en el penumbroso y cerrado edificio era una mezcla de humedad, suciedad y tiempo de abandono…
15 OCTUBRE 2016
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