EL CUENTECITO DEL OCHO DE SEPTIEMBRE VII. Por cierto, hay que ver la mala leche que tiene Charlie. A las tres y media de la tarde nos sentamos los dos en los escalones de la puerta del edificio mientras me tomaba un bocadillo y una cerveza. En esto llegó una señora de mediana edad que se quedó fascinada con la belleza de Charlie Brown y, antes de que pudiera evitarlo, alargó la mano para tocarle. Charlie le lanzó los dientes gruñendo con un gesto vertiginoso. Menos mal que decidió no cerrar la boca (nunca lo haría, me parece) porque parte de su mano estuvo entre sus dientes. Es su manera de decir que nadie debe tocarle sin pedir permiso. No le gusta nada el contacto con desconocidos y mucho menos con los que se toman inapropiadas confianzas. Bueno, no pasó nada. Azorado por la reacción lógica pero extemporánea de Charlie pedí disculpas a la señora, que no se enfadó en absoluto. Se marchó no sin antes volver a decir que era un precioso perrito. Volvimos dentro y aún seguimos tres horas más…
21 OCTUBRE 2016
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