LA VIDA INMEDIATA X. Sábado, cinco de noviembre. Hoy hemos repetido la experiencia: fiesta de cumpleaños de una mujer que cumple los mismos años que la del mes pasado. Amiga tanto de Naty como mía. La fiesta tenía otro aire, una cena a la que asistimos cuarenta y cuatro personas, todas de mediana edad, pero, aunque nos conocíamos todos, no teníamos demasiado que compartir, luego todo fue un tanto pesado. Interminable. Además no había gente que me gustara, salvo tres o cuatro. Estoy en un momento de mi vida en el que casi nadie me gusta, a lo mejor es que tampoco me gusto yo, o tal vez es al contrario, que me gusto demasiado. Las incertidumbres aumentan con el paso del tiempo, me parece. La clave para que me guste alguien o no radica en un par de cosas, y ambas muy sencillas y perfectamente entendibles porque supongo que son comunes a todo el mundo: a) que cuando el otro abra la boca, lo que diga me resuene en algún punto inespecífico de la consciencia, o dicho de otro modo, que me provoque el deseo de conversar y b) que su apariencia física no me desagrade, y demasiada gente no reúne esa condición. Cuando no se da alguna de esas circunstancias prefiero mantenerme alejado de la persona o personas en cuestión. El problema es que no suelo negociar esos condicionantes. No, apenas concedo margen a la tolerancia. No me queda tiempo. A fin de cuentas, mis simpatías solo puedo administrarlas yo, luego no me pesa ninguna culpa. Sobre la fiesta se cernía una gran tristeza que pesaba sobre todos nosotros. Esta mujer está herida (hablé de ella el mes pasado).
10 NOVIEMBRE 2016
© 2014 pepe fuentes