LA VIDA INMEDIATA XX. Nunca, en mi ya larga existencia, había tenido que ir a un servicio médico de urgencias. En mi inconsciente fuero interno me sentía liberado de esas servidumbres humanas. El caso es que, el domingo día trece, poco después de levantarme, temprano para ser domingo (ya no salimos como jovencitos inapropiados los sábados por la noche), me senté o medio tumbé en mi cheslong de trabajar, como todos los días, e, inmediatamente, todo empezó a girar vertiginosamente como si estuviera subido en un tiovivo dislocado, fuera de control. Intenté enfocar la pantalla del ordenador y nada, imposible, borrosa, no alcanzaba a leer nada a menos de medio metro de distancia. La sensación de mareo aumentó y me temí lo peor, cómo no, es lo que mejor se me da. Enseguida Naty dispuso que fuéramos a urgencias inmediatamente. Poco a poco se me fue pasando la sensación pero para mí un ictus ya era una nueva y lamentable circunstancia en mi vida, por no decir un infarto o algo parecido…
20 NOVIEMBRE 2016
© 2002 pepe fuentes