LA VIDA INMEDIATA XXVIII (o el paso del tiempo al ritmo de una vela que se extingue inexorablemente)… hice mi relato de lo que me había pasado quitándole importancia, como si me avegonzara de que pudiera estar enfermo. Soy hipocondriaco, pero al revés, me parece. Y, dese luego, me desagrada tener que contar a un desconocido deficiencias o dificultades con mi cuerpo. Él pareció entender que quería salirme del asunto como si nada hubiera pasado y me preguntó: ¿y ahora qué hacemos? ¿le dejo ir sin más, como si no tuviera ninguna importancia o nos metemos a averiguarlo? Yo me apresuré a decir que me encontraba estupendamente, incluso mejor que últimamente, dije alocadamente e ilusionado con largarme como si nada. Llegó el momento en el que tenía que emitir una opinión. Me apresté a escuchar y adopté un gesto de suma atención, como si me fuera a enterar de todo. No obstante, estaba claro que él ya había tomado una decisión pero, como hombre profesionalmente considerado, pasó a darme una charla médica sobre las tres o cuatro causas que podían haber provocado mi vahído dominguero con todo lujo de detalles, como de revista científica. Y la vela seguía consumiéndose…
28 NOVIEMBRE 2016
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