Por si fueran pocos los contratiempos con la gestión del tiempo del que dispongo, Charlie Brown del que escribí entusiastamente el mes pasado, ha cambiado radicalmente de actitud, el solito. Donde dije que no se perdía nunca, ahora debo decir que se pierde todos los días. Un año sin problemas y ahora, en seis días seguidos se ha largado cuatro, a lo largo de horas cada día. Su fatal estrategia para mí consiste en que de pronto, súbitamente, hacia el final del recorrido, comienza a correr desafordamente hacia una zona donde sabe que hay conejos y a partir de ahí no atiende a razones, hagas lo que hagas, no vuelve y si le diviso a lo lejos y le llamo pasa de mí olímpicamente, como si no me hubiera visto en la vida y sigue a lo suyo, y así las siguientes dos o tres horas, o incluso más. Tampoco puedo acercarme, porque se aleja hasta quedar fuera de mi alcance. Tranquilamente él, de los nervios yo. He perdido, sin saber cómo y porqué toda autoridad sobre el jodido perrito…
1 DICIEMBRE 2016
© 2016 pepe fuentes