…El cuarto día que me lo ha hecho decidí largarme porque nadie (también lo hice uno de los días anteriores), persona, animal o cosa puede jugar con mi tiempo, que es lo único que me queda. Confiaba en que volviera al lugar donde habíamos dejado el coche, el único problema para él fue que el coche me lo llevé yo. Charlie decidió irse a las diez de la mañana, más o menos, volví en dos ocasiones a buscarle dónde había desaparecido y al sitio desde donde habíamos partido, sin resultado. A las dos seguía desaparecido. Volví a casa, eso sí preocupado y apenado por si le pasaba algo. A las tres de la tarde recibí una llamada de un hombre que, según me dijo, a pesar de que no se había dejado tocar fácilmente, había conseguido hacerse con él y lo tenía sujeto por el collar. Había observado que deambulaba perdido por las inmediaciones de donde habíamos partido, cerca de un colegio. Al parecer, para Charlie la vida ha comenzado a tener otro color, el de la aventura, y ha cambiado unilateralmente las reglas del juego. Lo que no sabe es que no tiene alternativas, o sigue bajo mis condiciones o tendrá que largarse. Por ejemplo, nunca lo ataré en el campo, su trabajo y responsabilidad es seguirme y autrocontrolarse siempre, como ha venido haciendo a lo largo de un año. Cuando en el campo veo a gentes con perros atados nunca sé quién pasea a quién, quién es el que manda, si el perro o el dueño. No será mi caso, si mister Brown me sigue bien y si no por ahí se quedará. No, no me amargará la vida o hará que pierda el poco tiempo que tengo.
2 DICIEMBRE 2016
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