DIGRESIÓN TRECE. La infancia de Jesús, de J.M. Coetzee. El supuesto argumental es el siguiente: «Cuando cruzas el océano en barco, todos los recuerdos se te borran y empiezas una vida completamente nueva. Así es la cosa. No hay nada antes. No hay Historia. El barco amarra en el puerto, bajamos por la pasarela y nos zambullimos en el presente. El tiempo empieza entonces». Los habitantes de ese nuevo mundo han cambiado algunas cosas en relación al anterior. En este nuevo mundo existe una especie de sistema de protección universal para quienes lo habitan, pero eso sí, despersonalizado y por lo tanto enrarecido, opresivo. El protagonista es David (Jesús) o viceversa. Es un niño sin pasado, como su protector, Simón (con quien llega a Novilla), referente cardinal del relato. Aunque los personajes no tengan memoria de su pasado, sí llevan consigo valores que se parecen mucho a los que hubo en un mundo quizá ya extinguido, como el instinto de propiedad, de pertenencia, de familia, de un cierto orden social, productivo y pedagógico. A lo largo del relato la voluntad del niño crece desmesuradamente y en esa medida se empequeñece la de los adultos de su entorno. Quizá sea esta obra una especie de fábula distópica sobre el papel tan preponderante que está tomando la infancia en el mundo occidental liberal…
23 JUNIO 2017
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