31 JULIO 2017

LOS CREYENTES XXXI. En este mes han predominado los desenfoques. No es tanto un problema técnico, que también, como una consecuencia de mi quebradizo estado de ánimo. Todos los que ocupamos las calles de la ciudad en el día de los Creyentes nos afanamos en mirarnos y no vernos. La procesión es un eterno remedo de sí misma que ya dura mucho tiempo. Siglos, creo. Los espectadores miramos a los procesionarios, pero ellos no nos miran a nosotros. Miran al frente y a la espalda de quien les precede (condición consustancial a la práctica de las creencias). Avanzan ante los espectadores y mis cámaras de perfil. Cuando todo termina nos alejamos en tropel del escenario, las caras se desdibujan, los cuerpos, los gestos, las actitudes, todo se difumina, todo se pierde, todo ha salido como siempre y todo es ya pasto de olvido. La pequeña historia de los Creyentes de este año ha terminado.