MICROVIAJE EN PLENO SOFOCO VERANIEGO V. Por fin encontramos un desvío cerca de Hornachuelos, sin indicaciones. Nos adentramos por un camino tortuoso precedidos por dos coches. Nos dimos de bruces con una puerta metálica cerrada. Paramos todos. Me bajé y pregunté al conductor de uno de los coches. Me contestó que el Convento estaba siguiendo por el camino, pero a cuatro kilómetros. No estábamos dispuestos a caminar cargados, con más de cuarenta grados. Intenté abrir el cerrojo, pero algo que había dentro de una caja metálica lo impedía. Metimos la mano por abajo, donde estaba el único lado por el que tenía acceso y nos encontramos con un candado grande, pero abierto. El mensaje era algo así como: –no queremos que paséis, pero bueno, si tenéis mucho interés, vale, pasad-. Manipulé para intentar quitar el candado sin éxito, probó uno de los que habían llegado al mismo tiempo y tampoco, probó Naty y lo consiguió (ella siempre lo arregla todo). Abrimos y nos dispusimos a avanzar con el coche, no sin antes llevarnos el candado para evitar que lo cerraran y nos impidieran salir. Los de los otros dos coches decidieron ir andando (dos matrimonios jóvenes un niño y dos adolescentes). Lo que no habíamos previsto es que el camino fuera muy estrecho y desigual, un pedregal que hacía que las piedras golpearan violentamente en los bajos del coche, extremadamente bajo. Poco después no quedamos sin cobertura en los teléfonos y empezamos a temer que, si nos quedábamos varados o el coche se averiaba, sería complicado resolver el accidente. Muy despacio, por fin, llegamos. Los que iban andando llegaron un minuto después que nosotros. Lo primero que nos encontramos fue una verja metálica cerrada con una cadena y un candado. El edificio era imponente, enorme, colgado en una vertiente casi vertical, con el río Bembézar debajo…
12 SEPTIEMBRE 2017
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