MICROVIAJE EN PLENO SOFOCO VERANIEGO VI. Busqué un acceso de entrada, pero no lo encontré. Unos perros aparecieron ladrando furiosamente, pero enseguida se cansaron de mí y decidieron darme la espalda indiferentes. Estaba claro que el lugar estaba habitado por alguien que no estaba dispuesto a recibir intrusos. Los dos tipos de la otra expedición, jóvenes y fuertes, enseguida encontraron el modo de escalar una tapia y entraron en el recinto. Yo, poco ágil ya, eché de menos una escalera, que naturalmente no llevaba. Cuando salieron contaron que habían estado en la iglesia con todos los ornamentos (algún santo, altar y hasta pinturas). Lamenté profundamente la decepcionante circunstancia. Volvimos a Córdoba, no sin antes fotografiar a este tranquilo caballo solitario en las inmediaciones de un alcornocal…
13 SEPTIEMBRE 2017
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