UN SUEÑO… (mentiroso, como todos). Sueño como todo el mundo, según se dice. En mis sueños no suelo salir airoso, en ninguna de las historias que vivo en ellos, y ni siquiera me hacen sonreír. Tampoco me veo la espalda, como le ocurría a Peter Handke en El peso del mundo (magnífica obra, por cierto). No, mis sueños son tortuosos, como los del todo el mundo, según dicen. Con mis sueños hago lo más razonable que se puede hacer, olvidarlos antes de que penetren en la consciencia, es decir, cuando me incorporo de la posición horizontal (dormido), postura en la que los perpetro, ya están olvidados. Porque, en posición vertical o sentado (en estado de vigilia), ya no sueño. Sí, con esas situaciones gloriosas que no ocurren en la puta vida de nadie; esos estúpidos y estériles sueños, al menos ya nos los tengo nunca. Ni siquiera los húmedos (antes, de esos sí tenía, pero ya no). La edad ha acabado con todos. Ni siquiera sueño con sobrevivir al día siguiente. Sin embargo, el otro día, de madrugada, tuve uno que sí recordé cuando me levanté y no sé por qué. En el sueño aparecía este puente (fotografía) de mi ciudad, que he utilizado toda mi vida, miles y miles de veces, para alcanzar el centro desde la periferia, donde siempre he vivido. Podría contar algunas decenas de recuerdos asociados a este puente, como por ejemplo hablar de Sandrini, un tipo viejo que vendía chucherías a los chavales del barrio cuando íbamos al colegio, justamente en la terraza que se divisa arriba, pero no, solo hablaré del sueño. Llegué al puente por la mañana y me encontré con unas gentes que tenían unas monstruosas máquinas. Me dijeron que iban a destruirlo inmediatamente, arrasarlo, pero no me dijeron por qué. No discutí con ellos, es más, no recuerdo haber dicho ni pensado nada. Me fui amedrantado proponiéndome volver por la tarde a ver si habían cumplido con su absurdo propósito. Volví y el puente ya no existía, había desaparecido, solo quedaban unos pequeños restos esparcidos por el suelo. Recuerdo vivamente un pináculo gótico, que el puente no tiene (no es un puente gótico), aplastado contra la tierra y caras terribles de piedra, también góticas (que el puente no tiene) y figuras con máscaras demoníacas que habían aparecido como consecuencia de la debacle. Me alegré mucho de la catarsis porque me dije que tenía muchos motivos que fotografiar, así que volví corriendo a por mis cámaras, tan contento (vivo muy cerca), porque para mí la elección estaba clara, entre un puente monumental de siglos de antigüedad y la posibilidad de hacer unas fotos yo siempre elegiría las fotos. Y entonces sonó el despertador y el puente seguía en pie y Sandrini murió hace muchos años.
1 DICIEMBRE 2017
© 2009 pepe fuentes