LA INDIA QUE YO VI (3.29). Los hombres de espaldas IV. Pienso en las vidas normales, indistinguibles, como la mía o la de mi familia, o la de las personas que me han precedido; dicho de otro modo, y en mi caso, en una vida que no ha embarrancado en la enfermedad o en la desgracia y que se ha desarrollado en el cadencioso e ineludible ciclo cotidiano de levantarse, trabajar, comer, dormir y así todo el tiempo en la larga cadena de días sin esplendor y me pregunto, qué es una vida? Se podría afirmar que existen vidas más plenas que otras, o más intensas, o más interesantes, o más felices, tal vez? No lo sé, no tengo ni la más remota idea. Mi abuelo materno fue un hombre parecido al que duerme en la carretilla del mercado de especias de la ciudad vieja de Delhi: se levantaba de madrugada, araba detrás de dos mulas todo el día y todos los días de su vida (este hombre lleva tirando de su carretilla, seguramente, toda su vida) y así hasta que murió, como morimos todos los de nuestra condición. En mi abuelo nunca descubrí un gesto de lamento o de infelicidad, fue un hombre que asumió su circunstancia con naturalidad, en paz, disfrutando de sus elementales y escasas satisfacciones diarias, como era su trozo de pan y bacalao seco, en la puerta de su diminuta casa, después de trabajar de sol a sol, como este hombre que descansaba plácidamente después de arrastrar su carretilla. Si todos seremos pasto de olvido, qué más da dormir en un colchón de plumas que en una carretilla si lo hacemos en paz. Me parece que estoy desvariando. Debe ser cosa de la edad (…)
23 ENERO 2018
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