DIGRESIÓN TRES: Últimos días en La Habana. (2016) Cuba. Guión y dirección: Fernando Pérez. Intérpretes: Jorge Martínez, Patricio Wood, Gabriela Ramos, Cristian Jesús, Coralita Veloz, Ana Gloria Buduen, Yailene Sierra, Carmen Solar. Comencé a ver la película con un cierto excepticismo (hartazgo de la abrumadora y conformista miseria en la vida cotidiana y doméstica de los cubanos, por la maldita culpa del sucio, aberrante y pervertido comunismo), pero enseguida me atrapó el rostro, la expresión gestual de Miguel (Patricio Wood). También de Diego (Jorge Martínez) inmenso en el papel de homosexual enfermo terminal de sida, postrado y, a pesar de su desgracia, exuberante y pleno de vitalidad. Soberbia película de amistad, de amor y del inabarcable misterio que encierra la naturaleza humana. La cámara se acerca a los personajes protagonistas, amigos desde la escuela y que ahora rondan los sesenta años, con delicadeza, pero también sin ambages, cruda e intensamente. Diego habla incesantemente, es su manera de ser, vital, extrovertido, apasionado, sensual, bondadoso, humano hasta el desbordamiento. Por el contrario, Miguel, no habla, solo mira hacia la profunda sima que es su alma y su permanente y aparente frustración. Miguel espera y espera, un visado para viajar a Estados Unidos, que nunca llega. Cada noche (a las 11 en punto) medica a Diego y, mientras ese momento llega, estudia inglés frente a un mapa de Estados Unidos, y sueña con ciudades a las que irá cuando consiga su visado. Su entrega a Diego es absoluta, callada, sentida, amorosa. Solo se puede entregar la vida a otro, como hace él, desde un amor profundo y desinteresado. Y desde el resignado silencio existencial. Dice Patricio Wood de su personaje: “Se trataba de un reto a la profundización. Miguel es un personaje de muy pocas palabras y de abundante presencia escénica, variables que pueden hacer muy difícil el trabajo del intérprete”, y esas intimísimas matizaciones, las consigue plenamente. Pero, el enorme director que es Fernando Pérez, nos muestra muchas más cosas en su historia: La Habana en su imparable deterioro, una galería de secundarios: la sobrina (Gabriela Ramos, de quince años) que perfila un personaje creíble y vibrante en su alocada vida; y dos o tres más, todos ellos espléndidos. Hay, en los momentos finales, un traveling memorable de primeros planos de gente, en la calle, que corta la respiración. Qué decir de Fernando Pérez, al que no conocía de nada, pues que me ha parecido un autor de arrebatado e inspirado talento, que firma una película (guión y dirección) apasionada, intensa, veraz, que irrumpe en la vida de la gente con honestidad, respeto e inteligencia. Esta película solo podía hacerla un cubano; no se puede contar una historia como ésta, tan plena, sin sentir hondamente las circunstancias y el especial modo de ser y estar cubano.
21 FEBRERO 2018
© 2003 pepe fuentes