DIGRESIÓN SEIS. Lulú. Autor: Paco Bezerra. Dirección: Luis Luque. Intérpretes: Armando del Río, María Adánez, César Mateo, David Castillo, Chema León. Teatro Bellas Artes (17.03). Obra que consigue que los actores pasen desapercibidos, que el texto sea rápidamente olvidado y que nosotros estuviéramos a punto de dormirnos. Literariamente mediocre, diálogos sin nervadura ni tensión, interpretaciones funcionales, sin textura y algo impostadas. La historia avanza entrecortadamente para llegar a un momento, hacia el final de la obra, en el que la explicación que nos propone Bezerra, en cuanto a la supuesta perversidad de la mujer, está en sus propios orígenes bíblicos. Para convencernos, uno de los personajes, una especie de gurú, demiurgo o vecino iluminado y muy leído lee fragmentos del Génesis, lo que ya de por sí es el colmo de la pérdida de ritmo. Pero luego resulta que no, que lo que realmente sucede es que Lulú, jornalera de la plantación de manzanos de la familia de hombres que la acoge (personaje mediocremente interpretado por María Adánez, a pesar de que sea la mejor del elenco), es una víctima de la violencia machista. De pronto, pasamos de una lectura bíblica del mito de Eva, a una vulgar reivindicación feminista, tan de moda en estos tiempos de superficiales y asqueantes corrientes sociales multitudinarias. Despropósito difícilmente superable. Nada de lo que yo esperaba: sofisticación seductora y dominante hacia los hombres (pobres diablos en contraste con ellas), o algo parecido. La sala, casi vacía, acogió la representación fríamente, y a pesar de todo ofreció un desganado y cortés aplauso a los cansados actores.
28 MARZO 2018
© pepe fuentes