MIGUEL VILAS, sigo leyendo a este autor, feliz y recientemente encontrado. Lo hago en pequeñas dosis diarias y no porque me canse, ni mucho menos, sino porque estoy ocupado en resolver inconvenientes domésticos y en cosas del laboratorio. Por cierto, y a propósito de esta última y ya larga actividad, ayer tuve muy malas noticias, a saber: siempre reservo unas decenas de copias, temáticamente elegidas, para virar al cloruro de oro (las que llamo áureas), pues bien, he tenido una primera impresión de que ya no será posible. Al repasar los productos químicos necesarios los he encontrado caducados y, a continuación, confiado, me he puesto en contacto con mi suministrador, como he hecho siempre, y me ha dicho que algunos ya no se comercializan por su efecto contaminante y que, en todo caso, yo tendría que ser una empresa (las empresas sí pueden contaminar y un insignificante aficionado a la fotografía no). No obstante, estoy esperando una respuesta definitiva para intentar encontrarlos por algún sitio, al fin y al cabo son cantidades ínfimas que es imposible que contaminen nada. Ah, me estoy olvidando de que he empezado hablando de Vilas, así que sigo con él: ahora estoy leyendo Lou Red era español, espléndida, imaginativa y genial crónica de una mitomanía, referenciándola con un país como el nuestro. Pues bien, anoche, un minuto antes de dormirme, leí este párrafo que he catalogado como cita esencial: “Solo sus hijos quieren a los ancianos, y poco porque se mean encima y tosen y huelen mal y deprimen y no duermen y dan la vara mientras agonizan”. Eso creo yo, pero con la matización de que ni siquiera los quieren, en el mejor de los casos solo los aguantan.
11 ABRIL 2018
© 2013 pepe fuentes