SIGO CONJUGANDO EL PASO DEL TIEMPO… que es un proceso sin solución posible. Es disolución, destrucción, desolación e impotencia. Me inquieta y me duele. Tengo la sensación de ser desesperadamente lento en todo lo que hago, nada me cunde, y aunque soy laborioso como una hormiga grande, también soy lento como ellas. Siento que no dispongo del tiempo suficiente para nada, ni siquiera leer, que es una de las cosas posibles que yo puedo hacer pero que, a estas alturas de mi vida, que sé que no leeré ni siquiera el uno por ciento de lo que me habría gustado, me coloca ante una frustración más. Ahora voy impaciente de un libro a otro dejándome multitud de ellos en el camino sin saber si los conseguiré retomar. Después de terminar Lou Red era español, de Miguel Vilas, he comenzado Lo que a nadie le importa, de Sergio del Molino; como introducción incluye una certera cita de Raymond Aron: “Cada cual, según la idea que se forma de sí mismo, elige su pasado”, que es lo que yo no dejo de hacer, recapitular mi pasado, pero me sale de un gris azulado, casi negro. En cuanto a Sergio del Molino, es un autor que me tiene entregado después de que comenzara con su obra leyendo La España vacía. Me sorprende por su diabólica, precisa, creativa y exacta manera de construir su visión del mundo y del suyo propio con palabras. Tengo esperando varios que me presionan, empujan y estresan, como por ejemplo La llamada de la tribu, de Vargas Llosa; Todo lo que hay, de James Salter; El punto ciego, de Javier Cercas; Gratitud, de Oliver Sacks; El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki; Examen de ingenios, de Caballero Bonald; El tedio, de Alberto Moravia; La lección de alemán, de Siegfried Lenz; Marc y su contratiempo, de Enrique Vila Matas…Podría hacer esta lista interminable y solo con los últimos en los que tengo depositado el deseo, pero no seguiré porque ahora me largo al campo a dar un paseo con Charlie Brown.
20 ABRIL 2018
© 2002 pepe fuentes