OCHO DE MAYO, UN DÍA ACIAGO. Capítulo III. Confiaba en que, una vez que el hombre que la había habitado se había ido, los dueños, pendientes del pingüe negocio (supongo) que se traían entre manos (el parque temático creado por una compañía francesa), no irían a una casa abandonada y en peligro de derrumbe, máxime cuando siempre que me había acercado por allí no había visto a nadie. Me dije: lo más fácil es forzar una reja, y luego, una vez fotografiado el interior, volver a colocarla y, aparentemente, nada habría pasado. Parecía fácil y realmente lo era. El tres de mayo, jueves, me acerqué provisto de una cadena y herramientas, até la cadena a la reja que parecía más endeble (la derecha) y al coche, avancé y la reja se desprendió. Entré en la casa muy excitado y me la encontré en un estado lamentable, con muebles rotos, sucios, abandonados y un ambiente de humedad irrespirable. Una vez que me hice idea de lo que había, decidí marcharme porque algo me decía que, dado que ese día no fotografiaría, cuanta menos presencia tuviera allí, mejor…
23 MAYO 2018
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