20 JULIO 2018

© 2009 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2009
Localizacion
Edimburgo (Escocia)
Copiado máximo en soporte baritado
3
Fecha de diario
2018-07-20
Referencia
3789

DIGRESIÓN CUATRO: Iphigenia en Vallecas, de Gary Owen. Adaptación: María Hervás. Dirección: Antonio C. Guijosa. Escenografía: Mónica Teijeiro. Iluminación: Daniel Checa. Intérprete: María Hervás. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid. (23.06.2018). Por delante, muy por delante de cualquier consideración que se pueda hacer sobre la obra en cuanto al texto, está la prodigiosa recreación que hace María Hervás. En el momento de verla no había reparado que la adaptación es suya, lo que multiplica mi admiración y consideración hacia este espléndido trabajo. No soy amigo de personajes únicos en las obras de teatro porque, inevitablemente, me privan del gozo de los diálogos; no obstante, y no sé por qué, con esta obra tuve la intuición de que merecería la pena. Y así fue, ya lo creo. María sostiene, a lo largo de hora y media, un despliegue interpretativo hechizante, muy por encima de la sustancia del texto que, al fin y al cabo, podría asimilarse a una previsible historia de marginación, soledad y desamor. No, no quiero decir que eso carezca de importancia y transcendencia, solo que no es novedad. Se podrían escribir millones de historias iguales, por eso, lo que llega de esta obra, es la exquisita, por auténtica, potentísima puesta en escena. Sin desfallecimientos (es difícil en un monólogo de hora y media), el despliegue de la historia de Owen/Hervás/Guijosa avanza en un permanente crescendo, con un lenguaje ajustadísimo y veraz, excelentemente dicho, donde todos los hitos de una fatalidad anunciada se cumplen inexorablemente, y no por eso decepcionan en absoluto. María también crece a medida que la obra avanza, hasta llegar a un final que fue lo único levemente decepcionante dado que incluía un mensaje de lamento, situando la culpa de todos los males en el injusto “estado” de cosas, en su doble acepción: estado administrador de los bienes comunes por un lado, y por otro, la sociedad como una masa informe, insensible y ciega. La vieja, manida y autocompasiva conclusión: la culpa es siempre de los demás. Esta superflua moraleja final no empaña el resultado, a pesar de que la obvia y cruda realidad es que no hay recursos para que todos seamos pequeños burgueses con segunda residencia. Esta reconducción del espléndido relato existencial hacia el callejón sin salida que supone la reivindicación sociopolítica no es óbice para que la obra y su tratamiento escénico sea grande y también, y sobre todo, María Hervás.

Pepe Fuentes ·