VEINTIUNO DE JUNIO: TOCABA QUE ME LIMPIARAN EL COCHE y 3. En la breve distancia que va desde el Ayuntamiento hasta Zocodover, pasando por el Teatro de Rojas, hice una sola foto más (la de hoy) de los restos de los fastos del gran día toledano colgando del techo de las calles. A medida que caminaba, recordaba algunas cosas de mi relación con la ciudad a lo largo del tiempo: la viví con una cierta intensidad durante dos décadas (70 y 80), e incluso hice exposiciones de fotografía y todo. Fue un tiempo en el que me sentí cómodo en ella y ahora me parece que la única causa fue que en ella vivían mujeres que me gustaban y con las que lo pasé muy bien durante esos años. Luego, nada de nada, las mujeres desaparecieron y yo me fui alejando de la ciudad y recluyéndome en una actitud renuente y escéptica hacia ella. Ahora ni siquiera me reconozco cuando camino por sus calles y tampoco a las calles, ni sus comercios, ni sus bares que tanto frecuenté porque no son los mismos y, sobre todo, a sus gentes, ya desconocidas para mí. Creo que uno no necesariamente se siente de donde nació y vive, o al menos ese es mi caso. No sé si en la ciudad hay vida cultural o no; tampoco sé de su actividad social, política, o de cualquier otro orden y tampoco pienso enterarme porque no me interesa en absoluto. Tuve familia, más o menos secundaria (tíos y primos, primeros y segundos) que vivían o viven en ella, pero nunca los veo y ya ni siquiera sé si están vivos o muertos. A las diez de la mañana le dije a Charlie Brown que debíamos irnos, las calles se estaban poblando alarmantemente de gentes que parecían autómatas o zombis que circulaban en fila india detrás de un conductor de voluntades de los que llaman guías. Su determinación y miradas fijas al frente daban un poco de miedo. No sé cuándo volveré ni para qué porque la “furgo” no pienso limpiarla hasta el año que viene.
31 AGOSTO 2018
© 2018 pepe fuentes