15 OCTUBRE 2018

UN VIAJE LEJANO, nada menos que a China (15) … Rocío, la atentísima e informada guía que afortunadamente nos había tocado en suerte, nos llevó después de la visita a comer a la ciudad. Resultó un restaurante sencillo en el que también comían varias familias chinas. Comimos bien. Después, la soberbia e impresionante muralla de la ciudad, de catorce kilómetros de largo y doce metros de ancho, perfectamente conservada y que se puede circunvalar a pie o en bicicleta, lo que no hicimos, por supuesto. A continuación, el barrio musulmán, donde vive un colectivo importante de creyentes de esa religión. A propósito de la religiosidad de los chinos, pregunté a Rocío si había muchos practicantes, a lo que me contestó algo parecido a lo que suponía: me dijo que no, que apenas, ya que mayoritariamente habían dejado de ser religiosos para convertirse en supersticiosos. Me pareció un lúcido diagnóstico que venía a confirmar que, a pesar del pragmatismo de la sociedad china (que probablemente tiene su origen en el largo periodo de comunismo), pervive la necesidad de depositar creencias en algún inconcreto y difuso espacio más allá de sus límites y de la realidad que pueden percibir objetivamente.  Permanecimos en torno a dos horas paseando por las calles del barrio. Mucha gente se movía por tiendas y puestos de venta de comida, todo tipo de mercancías y artesanía. El paseo resultó interesante y muy entretenido. Tuve un tropiezo mecánico con mi cámara grande, ya que se perdieron tres tornillos del respaldo que aloja la película, con lo que quedó inservible. Menos mal que en mi pesada impedimenta llevaba otro de repuesto…