NOTA DEL DOCE DE DICIEMBRE (4)… Lo mismo pasa con mis fotos Flâneur, que tan solo obedecen a los automatismos de la mirada, ni tan siquiera de la experiencia, me parece. Y también me pregunto qué componentes estéticos, existenciales, culturales o simplemente impulsivos constituyen la elección de motivos y encuadres. Tampoco sé la respuesta (no me contesto). Sospecho que son consecuencia de un precipitado de experiencias, elecciones estéticas, intuición y, sobre todo, del propio carácter que aflora en la manera de hacer. Me pondré un ejemplo para así entenderme mejor: soy muy tímido (versión compasiva o eufemismo ad hoc), porque la definición más ajustada es cobardón: cuando fotografío gente o robo fotos (en esos casos, casi siempre son mentira), aprovecho para fotografiar impunemente celebraciones sociales, donde los que se exponen tienen asumido que también son motivo de interés turístico. Qué quiere decir esto, sencillamente, que casi todas mis fotografías sociales son anecdóticas, aunque yo quiera creerme que son brutales apuntes existenciales sobre los demás, claro (ese es el propósito, otra cosa muy distinta es la verdad). Me temo que todo sea una inmensa mentira por mucho que me empeñe en salvarme. Así se escribe un fallido propósito fotográfico. Pero seguiré haciéndome trampa ¿Qué podría hacer si no? Uno es como es y es imposible ser de otro modo. Incluso la respetable y elegante señora de la fotografía de hoy, tampoco podría dejar de desfilar en la procesión, como todos los años, porque así cree que el ejercicio activo de su fe colma y calma sus voces interiores. Quiero pensar, porque parece una mujer educada que ha cuidado de sí misma, que secretamente al menos, es consciente de ciertas contradicciones con las que seguramente vive. O no. ¿Se salvará entonces ante sí misma, o no? No me contesto.
28 DICIEMBRE 2018
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