PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo uno: Ollantaytambo (Perú), dos de febrero, sábado
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“En el Perú no hallan otra cosa los indios sino decir que los unos vinieron de una parte y los otros de otra, y con guerras y contiendas los unos se hacían señores de las tierras de los otros, y bien parece ser verdad; por lo cual parece ser que también se usó de guerras y tiranías entre estos indios, como en las demás partes del mundo”. Pedro Cieza de León
Volvimos al enclave arqueológico y pedimos que nos permitieran volver a entrar, a lo que accedieron. No subimos la pendiente sino que dimos una vuelta tranquila por la base de la montaña e hicimos algunas fotografías más. Después paseamos por el pequeño pueblo y nos sentamos en una terraza en la plaza. Tomamos unos cócteles observando el movimiento de gente. Nos desplazamos a la estación, que tan solo se encontraba a quinientos metros, para coger el tren que nos llevaría a Aguas Calientes. La sala de espera estaba atestada de turistas. Salimos a las ocho y media. El viaje duró hora y media, aproximadamente. Me pasé todo el viaje observando a una familia joven, argentina, muy expresiva, compuesta por la pareja y dos hijas preadolescentes, que se dedicaron en varias ocasiones a cantar a dúo o todos, sin voz, solo gestualmente, con gran despliegue de mímica y sintonía entre ellos. Se lo pasaron muy bien. Llegamos con la noche cerrada, bajo una lluvia que empapaba en unos instantes. Los enlaces de las agencias de viaje esperaban a los viajeros. A nosotros también. Vino a por nosotros el empleado de recepción del hotel donde nos hospedábamos, Gringo Bill. La habitación se encontraba varios pisos más arriba y se accedía por un laberinto de pasadizos, escaleras y zonas ajardinadas angostas. Después de tomar la habitación salimos a cenar. La cena fue escasa y de dudosa calidad (unas brochetas algo duras). Volvimos al hotel sin mayores hechos reseñables.
COROLARIO. Todo resultaba nuevo, diferente a otros viajes. Nos sentíamos cómodos y vivamente interesados por todo lo que veíamos y muy bien acoplados al ritmo con el que transcurría el viaje.