PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo uno: Cuzco (Perú), cuatro de febrero, lunes
XVII
“La ciudad de Cuzco, que fue otra Roma en aquel imperio”. El Inca Garcilaso de la Vega
Teníamos el día libre en Cuzco. No habíamos preparado ninguna visita. Salimos del hostal a las nueve, quizá algo antes. Nos dirigimos a la Plaza de Armas, que paseamos en varias direcciones sin saber hacia dónde dirigirnos. En esos casos, siempre hacemos lo mismo: callejear todo el tiempo, esperando a que se nos ocurra algo, o que el azar nos sorprenda. Optamos por una calle que nos llevó al mercado de San Pedro, que visitamos. Se trataba de una gran recinto donde, por zonas, se vendían los productos habituales de este tipo de mercados populares: productos de huerta, carne, chucherías, artesanía, y sobre todo comida cocinada in situ, donde se agolpaba mucha gente que consumía caldos con arroz y diversos trozos de carne o de pollo, y otros guisos en los que apenas reparamos y mucho menos identificamos. Todo tipo de productos a la venta, en gran abundancia y variedad. Compramos caramelos y alguna otra cosa que ahora no recuerdo. Salimos y continuamos callejeando por distintas calles. Volvimos a la Plaza de Armas, todo seguía igual allí, quizá con algo más de gente. El clima nos acompañaba: buena temperatura, sol y nubes que proporcionaban una excelente luz fotográfica; el problema es que no había motivos propios de las cámaras. Todo demasiado previsible, a pesar de tratarse de un ambiente urbano lejano. Seguimos caminando por calles y calles, sin ton ni son. Pero el déjà vu tan conocido en estas ocasiones resultaba tranquilo y plenamente estimulante…
COROLARIO: “A todos les alegró encontrar el Cuzco en tan buen estado. Al librarse la batalla entre pizarristas y almagristas en el llano de las Salinas, no había sufrido demasiado. Las mujeres de largos cabellos y los varones quechua hacían la misma vida que en tiempos del Inca. Sin embargo, la ciudad se había transformado. Los edificios principales estaban ocupados por castellanos y entre las casas de la antigua población se construían otros de aires renacentistas para los nuevos señores”. José Ángel Mañas