23 ABRIL 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Copacabana (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-04-23
Referencia
8975

PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo dos: Lago Titicaca, Copacabana (Bolivia),
cinco de febrero, martes
I
La primera parte del viaje quedaba atrás: Perú. La experiencia había sido magnífica, sin duda. Teníamos la sensación de no haber apurado al máximo todos los sitios por los que habíamos pasado. Probablemente por falta de tiempo. No sé. Tampoco tengo claro si estar el doble de tiempo, solo eso, el doble, habría sido significativo. Otra cosa sería vivir en Perú tres meses. Quizá tres meses estaría bien, pero no tenemos medios ni tiempo para esos dispendios.

La noche en el autobús de viajar lejos transcurrió tranquila; habíamos tomado media pastilla para dormir, que nos hizo efecto. Además, los asientos reclinables (parecidos a los de los aviones de clase preferente) eran realmente cómodos, aunque cama no eran. En el autobús viajaban mochileros y coreanos. También lo hacía un hombre boliviano, de edad indefinida (en torno a los sesenta años), de esos que a mí me maravillan por ser y estar en las antípodas de mi manera de ser y estar; y que al mismo tiempo detesto, precisamente por lo mismo. Sí, son de los que tienen una iniciativa abrumadora, de todo hablan, de todo saben y no tienen ningún pudor de exhibir sus inagotables “habilidades y conocimientos” en un tono de voz de primer actor. Organizó la vida de la travesía con determinación y seguridad (apagar o encender la luz, indicaciones a los desorientados, charlas sobre ciudades y cosas así). Parecía un cura con una gran cartera llena de papeles (seguro que eran sermones) y hacia el final del viaje se comió una gran mazorca de maíz cocida. Iba hasta La Paz, según se encargó de dejar claro al resto de viajeros. Despertamos cuando llegamos a Puno, muy cerca de la frontera con Bolivia. Nos bajamos en la estación de servicio para estirar las piernas. Aún nos quedaban tres horas de viaje, la mayor parte bordeando el lago Titicaca. Fernando Pessoa: “los viajes son los viajeros”. Mientras me empeñaba en encontrar matices de luz en el lago Titicaca, frustrado por no poder parar y quedarme toda la mañana en la orilla, un joven coreano, cerca de mí, no levantó la vista de la pantalla de su móvil en todo el tiempo, ocupándose furiosamente de un videojuego, me pareció. Ambos viajábamos a la misma hora y en el mismo espacio, pero nuestros viajes no eran los mismos. Finalmente llegamos a la frontera a las 11:30 de la mañana, hicimos cola en un descampado para acceder al puesto fronterizo. Llovía. Llegamos a Copacabana a las doce y media. Allí nos esperaba Reinaldo, el encargado de guiarnos durante la estancia en el lago. Era un hombre en la cuarentena, alto, fuerte, de piel oscura, indígena. Nos acogió afablemente y nos llevó a comer a un restaurante de la ciudad, en una calle ancha, larga y en ligera pendiente, que miraba al lago…

COROLARIO: Cuando se hizo de día llovía. La carretera discurría bordeando el lago Titicaca. En algunos momentos, entre nubes, aparecía el sol que creaba unos matices de luz sobre el agua memorables. La mayor parte del recorrido, las nubes acariciaban el agua con unas tonalidades de gris, tanto en el lago como en las propias nubes, de una emocionante belleza. Obviamente, desde el autobús en movimiento, no eran posibles las mejores fotografías. No hice ninguna.

Pepe Fuentes ·