PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo dos: Lago Titicaca, Copacabana (Bolivia),
cinco de febrero, martes
II
“En el país de los bienaventurados, quien habita es el silencio”. Friedrich Hölderlin
El bar restaurante de Copacabana estaba decorado con numerosos motivos de cultura incaica y boliviana. Además había una gran profusión de plantas y las paredes pintadas de vivos colores. La comida resultó sumamente agradable y nos repuso de toda la noche en autobús. Nada más terminar de comer, tomamos un barco bastante grande (podía transportar quince o veinte pasajeros) en el que solamente íbamos nosotros dos, Reinaldo y, naturalmente, el señor que manejaba el barco. Nos dirigimos a la Isla del Sol, situada en el lago a una distancia de en torno a veinte kilómetros. A lo largo de la hora que duró la travesía, Reinaldo nos fue contando la leyenda de la isla y del lago Titicaca, narrada por el Inca Garcilaso de la Vega que forma parte del fabuloso e imprescindible imaginario para forjar cualquier cultura. También nos habló del modo de vida en la isla dónde, por ejemplo, no había vehículos a motor, por lo que utilizan burros para el transporte de materiales de construcción o provisiones. Atracamos en unos pequeños y rudimentarios diques, donde había varios barcos turísticos como en el que habíamos llegado. Desembarcamos en la pequeña bahía de Challapampa (en torno a 200 habitantes). Unas cuantas viviendas y pobres establecimientos se alineaban irregularmente en torno a la orilla. Bajamos las maletas y nos dispusimos a transportarlas hacia el poblado. Reinaldo pidió ayuda y enseguida llegó un hombre joven, José, su hermano, con una carretilla en la que cargó las maletas…
COROLARIO: Al parecer y según nos contó Reinaldo, tenía un lejano parentesco con Evo Morales, y desde luego se daba un aire. Se mostró aséptico con el político. Le escuchamos con mucha atención, preguntándole sobre las muchas cosas que ignorábamos de la vida en el lago, lo que contribuyó a que él se extendiera encantado en su relato.