PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo tres: La Paz (Bolivia) ocho de febrero, viernes
XVIII
“Una ciudad no la conoces si no la pateas, si no te dejas arrastrar por sus reclamos, si no estás alerta, todo ojos, ojos de pájaro, oídos de fuina que te permiten oír lo inaudible, lo desdeñable”. Miguel Sánchez-Ostiz
Carlos se marchó no sin antes recomendarnos un pequeño restaurante popular donde podríamos probar las Salteñas, empanadas rellenas de carne, huevo duro, especias y una salsa ligeramente picante. Las probamos: jugosas y sabrosas. Nos gustaron. Quedamos con él en el hotel a las cuatro y media para que nos acompañara a los altos a realizar tomas generales de la ciudad. Se había prestado voluntario a partir de que le preguntamos cómo podríamos hacer. Hasta las cuatro volvimos hacia el hotel callejeando despacio. Llegamos nuevamente a la Plaza de San Francisco, bastante concurrida a esa hora (entre las dos y las tres de la tarde). Nos dedicamos a mirar y fotografiar. Un grupo de hombres, en el centro de la parte alta de la plaza, se arremolinaba en torno a una vendedora ambulante que, armada de un potente micrófono, ofrecía todo tipo de remedios, propios de la mediana edad, para hombres: próstata, potencia sexual (supongo que viagra) y algunas cosas más que no recuerdo. De cualquier forma, su comercio tenía unos matices mórbidos que despertaban la curiosidad de hombres de todas las edades. Fotografié. Volvimos a atravesar el barrio del mercado de Las Brujas…
COROLARIO: La diferencia sustancial entre Sánchez-Ostiz y nosotros, entre otras, es que él ha permanecido, intermitentemente a lo largo de los años, un año y medio en La Paz (según él mismo cuenta) y, nosotros, tan solo dos días. Lastimosamente, solo somos aplicados turistas, en el mejor de los casos.