PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cuatro: Uyuni (Bolivia),
nueve de febrero, sábado
VII
“El ojo instintivo del artista vale más que la inteligencia cerebral de los consagrados al concepto”. Michel Onfray
De vuelta, atravesamos algunos pequeños e inhóspitos poblados, ya con el umbral de luz muy bajo. Los pueblos, fantasmales, abandonados, tenían una gran parecido a pueblos del “far west” norteamericano. Hice algunas fotos con la vieja cámara pequeña, desde el coche; otras, muchas posibles, tristemente se quedaron atrás. Bolivia estaba resultando el país con el mayor potencial fotográfico que he visto nunca, con infinita diferencia sobre cualquier otro. Un paraíso perdido para mí. A medida que nos acercábamos a Uyuni la luz fue desapareciendo y las tormentas, con profusión de aparato eléctrico, nos rodeaban. Un final de día de apariencia apocalíptica, perfectamente acorde y en sintonía estética con la que nos había acompañado todo el día…
COROLARIO: Indudablemente, me habría encantado pasar un día más en las inmediaciones del Salar y de Uyuni, y así poder buscar posibles fotografías, colocar el trípode y fotografiar con pausa, sentidamente. Me da igual que las fotografías fueran interesantes o no, buenas o malas, porque lo que me permitiría esa experiencia es pasar un día magnífico. Quizá ya solo sea capaz de vivir a través del visor de una vieja cámara. Lo paradójicamente absurdo es que ese enorme deseo es al margen de la fotografía, que ya me importa menos que el deseo de fotografiar. El caso es desear, siempre.