PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cuatro: Uyuni (Bolivia), nueve de febrero, sábado
VIII
“El viaje implica vivir entre extraños, con sus olores característicos y sus perfumes acres, y comer su comida, escuchar sus dramas y tolerar sus opiniones, a menudo sin una lengua común, y siempre en movimiento hacia otro destino incierto, creando un itinerario que no cesa de cambiar, durmiendo solo e improvisando el rumbo”. Paul Theroux
Ya casi de noche, con una abrumadora tormenta que ya descargaba agua violentamente, llegamos al hotel que nos habían reservado, llamado Búnker, o algo parecido. La entrada resultaba un tanto sombría. Alberto buscó al encargado. Vinieron ambos y lo primero que nos dijo el recepcionista, dueño o lo que fuera, mal encarado y con vestimenta muy descuidada, es que no tendríamos agua caliente pero que, si necesitábamos ducharnos, podríamos hacerlo en otra habitación…? Sospechamos, pero nos dijimos que tampoco era cuestión de ponernos estupendos. No era un viaje de lujo, ni mucho menos. Se trataba de una sola noche y esa se puede pasar en cualquier circunstancia. Nos inscribimos en una mesa desvencijada, sin apenas luz, en un cuaderno con casillas rotuladas. Mientras, el tipo, hundido en un viejo y sucio tresillo detrás de la mesa, observaba nuestra esforzada burocracia. Los mochileros pululaban como hormigas por todos lados, por todas partes. El tipo negruzco que nos había recibido subió nuestras dos maletas por una angosta y empinada escalera hasta el segundo piso. Ahí estaba nuestra suite: paredes con algunos desconchones, una moqueta con desgarrones, una cama hundida en el centro con un edredón sucio (al levantarlo pudimos comprobar la suciedad de las sábanas), muebles descoloridos y unas mesillas arrumbadas en los rincones, sin apliques claro. El cuarto de baño, con una ducha sin cabina (daba igual, no había agua caliente). El polvo y la suciedad lo impregnaban todo. La ventana estaba rota. Seguramente se trataba del peor hotel de nuestra vida. Fuera el diluvio universal. Teníamos que tomar una decisión…
COROLARIO: A pesar de la tolerancia y flexibilidad de Theroux, que entiendo y comparto, lo del hotel Búnker nos pilló a contrapié porque, además de no entrar en el marco de los hoteles contratados, todo resultaba groseramente desconsiderado. Bien es verdad que era la consecuencia de un cambio de plan (pactado con Carlos) para ajustar el itinerario a nuestras mejores opciones, como, por ejemplo, pasar un día entero en Uyuni.